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Las conclusiones, incluso viniendo de una comunidad sociológica que se muestra cautelosa ante las afirmaciones generalizadas, son bastante escalofriantes. ¿Podría ser propone la compañía New Yorks Narcotic and Drug Research Inc. (Corporación para la Investigación de Narcóticos y Drogas de Nueva York) que ahora nos estemos enfrentando a un modelo sistemático de crímenes relacionados con drogas, en que la violencia es de hecho intrínseca al consumo? Como respuesta parcial, está un modelo igualmente escalofriante de violencia farmacológica asociada con consumidores de drogas lícitas, en particular con hipnóticos y psicotrópicos. A decir verdad, entre otros efectos secundarios de benzodiazepinas como el Xanax y el Halcion, está lo que con frecuencia se ha denominado factor de irritabilidad o coeficiente de ansiedad, frases que resultan absurdamente eufemísticas cuando se consideran personas como Ilo Grundberg, que asesinó brutalmente a su madre de 87 años en lo que sólo se puede describir como ira de Halcion. (De hecho fue absuelta de la acusación después de que los fiscales no lograran establecer ninguna otra razón concebible para un asesinato que ella ni siquiera recordaba haber cometido.) Al mismo tiempo, las reacciones adversas tomadas del dossier Prozac sugieren definiciones aún más horribles de la etiqueta que advierte de la ansiedad. Por ejemplo, el caso de Joseph Westbecker que entró a su antiguo lugar de trabajo con niveles terapéuticos de la droga en su sangre, y abatió a tiros a veinte víctimas con un AK- 47. No obstante, sin importar la forma en que interpretemos estas advertencias, la pregunta abrumadora es inevitable al final: tomando en cuenta lo que significan esos 700.000 millones de dólares procedentes de la venta de fármacos a nivel mundial en cuanto a drogas psicotrópicas e hipnóticas, ¿no nos estamos enfrentando a la posibilidad de varios cientos de millones de personalidades peligrosamente alteradas?
Como el sociólogo nos recuerda, hace sólo un poco más de un siglo, Jack el Destripador sobresaltó a una buena parte del mundo civilizado con el asesinato de cinco prostitutas en el distrito londinense de Whitechapel. A medida que el fin del milenio se acerca cada vez más, parece que nos encontramos un Jack el Destripador cada uno o dos años. Hasta qué punto su salvajismo se puede atribuir directamente a la acción bioquímica es, por supuesto, un asunto complejo. Pero desde la perspectiva más completa, desde la meseta desde la cual L. Ronald Hubbard mismo observó el paisaje moderno, la evidencia sugiere algunas posibilidades ciertamente muy sombrías. La sociedad se ha convertido, según todas las evidencias disponibles, escribía en un problema bioquímico, y pasó a citar no sólo mutilaciones correlativas, sino también fracasos dentro del ámbito educativo, del terreno económico, y una decadencia general de la moralidad en todo el ámbito cultural. Aquí sólo se presenta una porción de su solución a ese problema. Es bastante fácil de aplicar, está absolutamente destinada a un uso generalizado y, en una declaración cierta y muy sincera, L. Ronald Hubbard desea que sepamos que es la única solución que tenemos.
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