[Imagen]EPÍLOGO


N
os enfrentamos a una civilización bioquímica, ha declarado L. Ronald Hubbard; y como quiera que se interprete lo que aquí se ha presentado, tiene razón. Es más, dado que más o menos se ha duplicado el consumo de drogas ilegales entre los niños desde principios de la década, y dado que los capitalistas de los fármacos están preparándose para vender nuevas generaciones completas de psicotrópicos legales a los padres de esos niños, el problema se está intensificando claramente. La ironía es, por supuesto, enorme y alarmante, porque al haber conseguido que se aceptara la idea del consumo –tanto ilegal como legal– bajo el principio expreso del control del comportamiento, al final estamos muy fuera de control. Y sin lugar a dudas, el consumidor de psicotrópicos de las zonas residenciales representa un aspecto no menor en esta crisis, que el consumidor de crack o de heroína de los barrios bajos de la ciudad. Simplemente, debido a los 10.000 millones de dólares que se gastan anualmente en promocionar fármacos, las más siniestras consecuencias del consumo de drogas psiquiátricas tienden a escaparse de la vista.

     En cualquier caso, no permitamos que las respuestas que se ofrecen aquí se escapen a la vista. Porque a menos que hagamos frente a lo que las drogas han labrado, como Ronald afirma tan enfáticamente, esta civilización llegará a su fin. Por tanto, no olvidemos tampoco que cuando se discute lo que su solución representa finalmente, se está discutiendo algo mucho más cercano al meollo del problema que de una guerra contra el suministro, el espolvorear sustancias para causar la defoliación, la sustitución de cosechas o el forzar el cumplimiento de la ley de una manera más estricta. Más bien, como él nos dice muy simplemente: “Se le está ofreciendo a la persona su vida”


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